
El adobo arequipeño se prepara habitualmente en olla de barro para sentir su potente sabor. Es un plato elaborado con carne de cerdo, rocoto, chicha de jora , cebollas rojas, pimienta, ajo y sal. La preparación es sencilla, la cual se sirve acompañado de camote o papa dulce y arroz blanco.
Preparación:
Mezcle en un bol la cebolla, el ajo, el ají, el comino, el orégano, el laurel, la pimienta ligeramente chancada, la chicha de jora y el vinagre. Sazone con sal y pimienta. Incorpore los trozos de carne, úntelos con el adobo y deje reposar en el refrigerador.
En una olla, a fuego medio, caliente el aceite y rehogue la páprika. Acomode los trozos de carne y vierta el líquido de maceración y el caldo. Remueva, tape la olla y deje cocinar entre 40 minutos y una hora, hasta que la carne esté tierna. Rectifique la sazón. Retire las ramas de orégano y las hojas de laurel. Sirva en plato hondo con sus jugos y acompañe con pan.
Historia:
Los adobos aparecen con el fin de poder conservar la carne durante más tiempo, algo que en la antigüedad era bastante complicado. Esto influye mucho en la productividad de la carne, al poder conservarse durante más tiempo se puede producir más cantidad.
Las fuentes nos muestran de un modo genérico que en la época lombarda el adobo de la carne de cerdo recibió un fuerte desarrollo. El gran desarrollo de los métodos de adobo y conservación de la carne también fue un punto muy importante en la época de la Edad Media. Tenemos referencias del adobo en diferentes épocas, pero si no podemos decir con exactitud el momento en el que empezó al método de adobar y conservar la carne.
Antiguamente el adobo y el curado de la carne se realizaba en cubas de mármol, pero no se sabe si esta es una tradición celta, romana o lombarda, solo se sabe que es una tradición muy antigua. Antaño el ciclo del adobo era anual y el cerdo se sacrificaba y adobaba en los meses más fríos de invierno, aunque hoy en día se realiza más de un ciclo de un año, aún se concentra la mayor parte de las operaciones en los meses más fríos y húmedos, de septiembre a mayo, con el fin de salvar la manera natural de la técnica productiva.
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